En estos momentos de profunda
crisis político-económica que atraviesa el país, a quienes llevan las riendas
del gobierno, les hace falta la cordura y sindéresis del niño que protagoniza
la canción escrita por Toño Fuentes a comienzos del siglo XX, quién viendo su
impotencia para cumplir la tarea que le fue asignada, expresa a ritmo de música
de la costa colombiana:
“La múcura está en el
suelo mamá no puedo con ella.
Me la llevo a la
cabeza mamá no puedo con ella.
Es que no puedo con
ella
Mamá no puedo con ella
Es que no puedo con
ella
Mamá no puedo con
ella.”
Por supuesto en esta metáfora
musical, la múcura es nuestro país. Lamentablemente ese niño afectado por la
circunstancia impuesta, pero que sin embargo tiene el buen juicio de plantear abiertamente su
imposibilidad de llevar adelante la tarea que se le asignó, no lleva el nombre
de Nicolás.
Hace unos días mi amiga Mary
Carmen, una de los miles de venezolanos que se han marchado del país, me
escribió desde Nairobi, donde estaba pasando una breve temporada. Mary me contó lo siguiente: “…ayer en la tarde fui a un automercado en Nairobi. Tenía curiosidad. No
podía creer lo que veía, casi lloré. ¡Lo tienen todo! Lo que no es producción
nacional lo importan. La moneda es totalmente libre. En un café donde me senté,
tenían una pantalla donde se mostraba el cambio del chelín con respecto al
resto de las monedas, hay mucho turismo y no es un pecado hablar del dólar. Debido
a la influencia inglesa, que aún se
mantiene presente de alguna manera, la
educación es en inglés desde el primer nivel de primaria hasta la universidad.
Es un país del tercer mundo, pero los lounge donde uno se queda en el medio de
las reservas, son de película. Igual en la capital. Las habitaciones, la
comida, las instalaciones, son excelentes, preciosas, servicio de wifi aunque
con una señal muy leve, pero es lógico cuando estás en el medio de las reservas
naturales de África, rodeado de vegetación y todo tipo de fauna.”
¿Por qué en Kenia la situación-país es
así como la describe Mary Carmen, mientras que aquí nos da la impresión que
vivimos en el ojo del huracán? Sentimos que estamos parados sobre una bomba de
tiempo, y el tener conciencia de ello crea una angustia terrible. Los
ciudadanos decentes, la gran mayoría, tratamos de vivir de la forma más normal
posible, apegados a los valores que hacen de la existencia una experiencia
digna, pero el creciente tic-tac que escuchamos bajos nuestros pies es algo
difícil de ignorar.
Para hacer el intento de responder esa
pregunta, debemos primero indagar un poco sobre la situación política,
geográfica y económica de esa nación
africana. Para ello buscaremos el apoyo de la Wikipedia.
En lo que respecta a su ámbito político más
reciente. Desde 1952 y hasta el año 1959, Kenia se mantuvo bajo un estado de
emergencia como consecuencia de una rebelión en contra del dominio británico.
Las primeras elecciones directas de africanos para el Consejo Legislativo se llevaron
a cabo en 1957. La Kenya African National de Jomo Kenyatta la fuerza política
que formó el primer gobierno luego de la independencia de Kenia en diciembre de
1963. Kenyatta se convirtió en el máximo dirigente del país en un principio
como primer ministro y, a partir de 1964, cuando Kenia se convirtió en
república, como su primer presidente.
Tras la muerte de Kenyatta en 1978,
Daniel Arap Moi lo sucedió en la presidencia. Tras un intento fallido de golpe
de estado en 1982, Moi prohibió los partidos de la oposición y declaró un
régimen de partido único. Las presiones internacionales llevaron al
restablecimiento de una democracia multipartidista en 1991. Moi ganó las
elecciones presidenciales de 1992 y 1997. En el año 2002, Moi no se podía
presentar a las elecciones debido a la limitación de mandatos establecida por
la constitución, y apoyó a su sucesor Uhuru Kenyatta, hijo de Jomo Kenyatta. La
National Rainbow Coalition, que agrupaba a numerosos partidos de la oposición,
liderada por el veterano político Mwai Kibaki, ganó las elecciones
convirtiéndose así en el tercer presidente de Kenia.
La etapa en el poder de Kibaki ha estado
empañada por los escándalos de corrupción y por los violentos enfrentamientos
debidos al proyecto de nueva constitución promovido por el presidente Kibaki.
En noviembre de 2005 se buscó la aprobación del proyecto mediante un referéndum;
los ciudadanos rechazaron el borrador de una nueva Constitución que había sido
motivo de graves enfrentamientos hasta en el seno del propio gobierno. Dos días
después, el presidente, que había apoyado el proyecto constitucional, disolvió
el gobierno.
En los comicios desarrollados en el
2007, Kibaki obtuvo la reelección al recabar el 47% de los sufragios, por el
44% de Raila Odinga y el 9% de Kalonzo Musyoka. El triunfo de Kibaki, salpicado
de acusaciones de fraude, generó graves disturbios y enfrentamientos entre
grupos afines al presidente y opositores
al oficialismo.
La crisis desencadenó una auténtica
tragedia, aproximadamente 1.500 personas
muertas y casi medio millón de desplazadas, solo pareció llegar a su fin
después de que, en febrero de 2008, Kibaki y Odinga alcanzaran un acuerdo para
establecer un gobierno de coalición en el que el cargo de primer ministro sería
para el líder del partido con mayor representación parlamentaria, en este caso,
el Movimiento Democrático Naranja de Odinga, el cual se convirtió en jefe del
gabinete el siguiente mes de abril.
Entre el 2012 y el 2014 se producen incursiones
de milicias islamistas en el norte del país, acciones estas apoyadas desde
Somalia, principalmente por la milicia Al-Shabbaab. El incidente más grave fue
el sangriento asalto al centro comercial Westgate al afectar a la capital
Nairobi.
Como puede deducirse de la reseña anterior,
la Kenia actual ha estado envuelta en una sempiterna crisis política que
incluye gesta independentista (1963), transición hacia un modelo republicano
(1964), golpe de estado (1982), terrorismo fundamentalista (2012-2014). Todas
estas situaciones han posibilitado el surgimiento de una serie de regímenes
autoritarios y corruptos que la mantienen en un continuo caos, caos que se
evidencia en acciones violentas de carácter político, religioso o étnico. Una
situación de guerra efectiva real, no de carácter virtual como la que se
declara en nuestro país.
En lo que respecta a su condición
geográfica, Kenia es un país del este africano, que tiene fronteras con
Etiopía, Somalia, Tanzania, Uganda y Sudán. La superficie del país es de
580.000 km2 (un poco más de la mitad del
territorio venezolano) con una población variopinta en cuanto a culturas y
orígenes. Está subdividida en 47
distritos, cada uno de ellos con un gobierno semiautónomo respecto al gobierno
central de Nairobi. Se distinguen cuatro zonas diferenciadas: la meseta central
dominada por el valle del Rift que la atraviesa de norte a sur; la meseta
occidental, donde se encuentran los principales Parques Nacionales de Kenia; el
cinturón litoral con 500 km de costas y la zona semidesértica del noreste del
país dominada por el desierto de Chalbi.
Kenia no ha sido especialmente bendecida
con cuantiosos recursos naturales. Pese a varias décadas de exploración, aún no
se han encontrado reservas de hidrocarburos, por lo que importa actualmente
todos sus requerimientos de petróleo. Las cuentas de petróleo ascienden al 25%
de la factura de las importaciones nacionales.
La mayor parte del suministro de
electricidad de Kenia proviene de centrales hidroeléctricas, completando el
resto de la demanda con la electricidad importada de Uganda. Periódicamente se
produce un déficit de electricidad, debido a las sequías que reducen el flujo
de los ríos para las hidroeléctricas. Para llegar a disponer de la energía
suficiente, Kenia adelanta trabajos para disponer de una central nuclear para
el año 2020.
Su principal fuente de ingresos es el
turismo, aunque tiene la industria más diversificada de África Oriental. En lo
que respecta a la agricultura la cual representa el 30% del PIB, se destacan el
café y el té. La Unión Europea es el principal socio comercial de Kenia.
Ya conociendo un poco mejor la situación
política, geográfica y económica de Kenia, nos atreveremos a hacer una
comparación entre este país del este africano y nuestra Venezuela. La tabla
siguiente agrupa algunas de las principales estadísticas económicas de ambos
países:
Como puede apreciarse, nuestro
PIB es ocho (8) veces más grande que el de Kenia, y el PIB per cápita
venezolano es once veces y medio (11,5) más elevado que el de los kenianos, que
adicionalmente son más y menos longevos que los criollos. ¿A qué se debe
entonces que ellos en sus automercados “Lo tienen todo”, como dice mi amiga, mientras nosotros vivimos sumidos en esta terrible escasez?
¿Tendrá esto algo que ver con el “Capitalismo
Salvaje” que impera en Kenia, en lugar del llamado “Socialismo del Siglo XXI”,
que si bien es cacareado a diario por el alto gobierno, muy pocos sabemos a
ciencia cierta de que se trata? ¿Tendrá algo que ver con el hecho de que Kenia
mantiene como su principal socio comercial a la Unión Europea, en cambio nosotros
nos empeñamos en buscar alianzas con Cuba, Irán, Rusia, China o cualquier otro
estado, forajido o no, que presente discrepancias ideológicas con el imperio
americano?
¿Es que acaso esa cosa virtual
repetida hasta la saciedad por la hegemonía comunicacional del estado, bajo la
denominación de “Guerra económica” es más fuerte y dañina que la convulsionada situación
que ha mantenido Kenia desde la década del cincuenta del siglo pasado?
Kenia es un país pobre, pero no
es un pobre país. De alguna manera han sabido administrar sus conflictos y sus
carencias. Han sabido apalancarse en su geografía, en lo exótico de su fauna y
flora para que el turismo genere gran parte de los ingresos que demanda una nación que quiere abolir de
su condición la calificación de tercermundista. Pero por sobre todo, ha sabido
rodearse de aliados que la ayuden a transitar las vías del progreso. Todavía
falta mucho camino que recorrer para que esto ocurra, pero parecen estar
encaminados a conseguirlo en el mediano plazo, sobre todo, si logran consolidar
un clima de estabilidad política.
Nuestros gobernantes se encuentran
entrampados en un pastiche ideológico
caduco, que los ha llevado a destruir el aparato productivo nacional y adoptar
una política de puertos que hoy en día es insostenible dada la caída de los
precios del petróleo. La estigmatización de la riqueza, pues según el difunto
“ser rico es malo”, junto a una insaciable corrupción nos ha llevado a esta
situación de economía de guerra, que mantiene a filas interminables de
ciudadanos a las puertas de nuestros automercados, aferrados a la esperanza de
que algo llegue.
La enorme riqueza petrolera, junto
a una administración anodina de la bonanza, ha impedido un crecimiento
diversificado de nuestra economía. Los errores cometidos por quienes nos
gobernaron durante gran parte del siglo XX, se han maximizado durante el siglo
XXI. El culto al militarismo, el hecho de que la capacitación y la meritocracia
cedan espacio ante la obediencia y el servilismo, limitan las posibilidades de
progreso. Pero por sobre todo, la tozudez de una clase gobernante mediocre,
incapaz de reconocer sus errores, nos
empuja a paso acelerado hacia una confrontación fratricida.
Muchas son nuestras ventajas
estratégicas con respecto a la nación africana, sólo faltaría que en el alto
gobierno germine la semilla de la cordura, y en caso de que esto no ocurra, dejar
de ser pueblo manso, para transformarnos en ciudadanos conscientes, que cumplen
sus deberes pero exigen sus derechos con decisión. Sólo así nos tomaran en serio
y quizás entonces aflore en su mente la
simple inocencia del niño que sin ambages cae en cuenta que:
“La múcura está en el suelo mamá no puedo con ella…”