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miércoles, 11 de junio de 2014

PENDEJADAS EN RELACIÓN AL AMOR Y LA FELICIDAD



       A partir del instante en que el hombre comenzó a ordenar sus cavilaciones y aprendió a estructurar el pensamiento, puede decirse que existe evidencia de su interés por el tema del amor. Desde la Grecia antigua, pasando por Santo Tomás, Shakespeare, Ortega y Gasset con su  Estudio sobre el amor, solo por citar al boleo alguna referencia, el amor ha sido un tema recurrente, el lugar común de las disertaciones filosóficas, en la empecinada búsqueda del menos común de todos los lugares, la felicidad.
         Siguiendo el ejemplo de Blaise Pascal, el polifacético sabio francés que vivió en el siglo XVII, cuando manifestó: “Si apuestas a la existencia de Dios y Dios no existe, no pierdes nada; pero si Dios existe, lo ganas todo”. Quizás valga la pena hacer un esfuerzo por  explicar lo inexplicable, pues el tiempo que se invierta en darle sentido a lo que en realidad no lo tiene, puede ayudarnos a alcanzar esa maravillosa quimera conocida con el nombre de felicidad.
         El amor, esa fuerza indetenible que hace que todo sea posible. El más codiciado de todos los bienes. La más escurridiza de de todas las posesiones. Esa sensación delirante que puede ser al mismo tiempo arma homicida o bálsamo sanador, almíbar o hiel.
         Su habilidad para camuflarse y pasar inadvertido, nos lleva con frecuencia a equivocarnos; a confundirlo con otros sentimientos de menor valía; a embriagarnos en la ilusión de la copia burda, a cegarnos con el brillo engañoso del metal innoble.
         El amor, cosa loca que arrastra y subyuga, que inspira y enloquece, pero que por sobre todo da sentido a la existencia, transformándola en algo más digno de ser vivido.
         Basándonos en la humilde experiencia acumulada con el correr de los años, vamos a racionalizar aquello que no obedece a razón alguna, con la inútil esperanza de proveernos de algunos tips que nos sirvan para reconocerlo y por supuesto atraparlo:

1.     Nunca viene en empaque individual, siempre se presenta en combo.
El amor no es verdadero si no se puede compartir. La palabra enamora-dos no es casual. Si el amor pudiera desarrollarse desde una perspectiva individual, y en la práctica convertirse en una suerte de acción onanística de goce, se llamaría enamora-uno. Pero esa palabra no existe, y mucho más allá del hecho lingüístico, estaría la imposibilidad de ser compartido al apresarlo entre las estancas paredes del yo.

2.     Es un sentimiento endógeno con implicaciones exógenas.
El amor nace y crece en tu interior propiciando cambios que se hacen evidentes en el exterior. Esto lo explica con claridad Melvil Udall (Jack Nicholson) en la película As good as it gets, cuando le manifiesta sus sentimientos a Carol Conelly (Helen Hunt) diciéndole: “Tu me haces ser un hombre mejor”

3.     No es el rayo que nos golpea cuando menos lo esperamos. La chispa que se enciende al cruzar una mirada. Es la acción razonada, cultivada con el trato y que germina bajo la constancia del cariño mutuo.
El rayo que aturde, la braza que quema, el espejismo que obnubila. Es el disfraz preferido de la pasión, del deseo. Otros sentimientos que nos estremecen y nos elevan, pero que tienen la misma particularidad de la función Delta de Dirac, de magnitud infinita y duración efímera.
Una relación fundada en esos sentimientos puede eventualmente convertirse en amor, aunque esto no es lo que regularmente ocurre. El amor necesita de la pasión, administrada con meticulosa precisión, requiere de maestría y constancia para logar que la mezcla se amalgame a fuego lento, logrando que el alma se desee con la misma intensidad que se desea el cuerpo.
4.     Para asumir el amor se requiere de una alta dosis de coraje.
Hay que tener fortaleza para vencer el miedo que genera lo desconocido, para afrontar la posibilidad del rechazo, el dolor que conlleva una ruptura.
Sobre todo se requiere de mucha valentía para volver al amor. Como diría Fito Páez, El amor después del amor. La negación de lo fáctico, la apertura hacia lo posible.

5.     Apostar por el amor, con certeza plena de que el amor acaba, que no tiene garantías.
En este sentido, el amor es una decisión. Es asumir el reto de dar sin la garantía eterna de recibir.

6.     Y para finalizar, no porque esto termine aquí, sino por no encontrar más pendejadas que referir. Necesariamente no se ama a la persona que más nos conviene, se ama a quién nos produce mayor felicidad.  





Dame una señal que evidencie que me amas y todo será posible.
Cree menos en tus paradigmas y más en John Lennon:
“All you need is love”
Dame una señal que evidencie que me amas y todo será posible.
No te dejes engañar por el espejismo de lo utópico, lo inalcanzable.
Dame una señal que evidencie que me amas y todo será posible.
No temas herirme. Conozco los riesgos que la posibilidad de amar conlleva.
Dame una señal que evidencie que me amas y todo será posible.
No subestimes lo que siento, no lo confundas con ilusiones, con fantasías.
Dame una señal que evidencie que me amas y todo será posible.
No me preguntes por qué, te juro que no lo sé, solo tengo certeza de lo que siento.
Dame una señal que evidencie que me amas y todo será posible.
Ten el coraje de abrir las puertas de tu corazón.
Dame una señal que evidencie que me amas y todo será posible.
Arriésgate ante la efímera posibilidad de alcanzar la felicidad.