Siempre debemos tomar
partido.
La neutralidad ayuda
al opresor,
nunca a la víctima.
El silencio alienta al
torturador,
nunca al torturado.
Elie
Wiesel
En
términos del derecho, y en específico en su rama penal, una estafa consiste en
el engaño. El sujeto activo del delito se hace entregar un bien patrimonial,
por medio del engaño; es decir, haciendo creer la existencia de algo que en
realidad no existe.
Durante
el lapso comprendido entre el año 1982, cuando Hugo Chávez fundó junto con un
grupo de militares disidentes el Movimiento Bolivariano Revolucionario 200
(MBR-200) y hasta el año 2002, siendo ya presidente de la república, el
concepto de socialismo no aparecía registrado en la jerga gobiernera. Vale
destacar que durante ese período “no-socialista” Chávez lideró el golpe de
estado de febrero de 1992 y ganó las elecciones presidenciales de 1998 y 2000,
esta última para "re-legitimar todos los poderes", luego de aprobar
una nueva Constitución de la República en sustitución de la de 1961. Las
ofertas de Chávez y los movimientos políticos que lo apoyaron estaban entonces
direccionadas hacia reformar el Ejército e iniciar una lucha para construir una
nueva República, utilizando para ello el “Poder Constituyente”
Fue
en el año 2002 cuando comienza aparecer en su léxico la palabra socialismo. El
llamado Socialismo del Siglo XXI, resulta ser el ingrediente principal de
nuestro pastiche ideológico. Es un
concepto que aparece en la escena mundial en 1996, a través de Heinz Dieterich
Steffan quien es un sociólogo y analista político alemán, autor de la obra “Socialismo
del Siglo XXI” donde explica la base teórica de esta idea. Se fundamenta en la
visión de Karl Marx sobre la dinámica social y la lucha de clases. Dieterich
revisa la teoría marxista con ánimo de actualizarla al mundo de hoy,
incorporando los avances del conocimiento, las experiencias de los intentos
socialistas, desvelando sus limitaciones, entregando propuestas concretas tanto
en la economía política como en la participación democrática de la ciudadanía
para construir una sociedad libre de explotación. Resumiendo, el socialismo del
siglo XXI supone que es necesario un reforzamiento radical del poder estatal
democráticamente controlado por la sociedad para avanzar hacia el desarrollo.
Algunos
detractores de Dieterich, como el marxista británico Alan Woods, lo criticaron por afirmar «haber inventado una
teoría completamente nueva y original del “socialismo del siglo XXI”». Woods
dice que “…los escritos de Dietrich simplemente repiten las viejas ideas
premarxistas de los socialistas utópicos y las presentan como algo nuevo, una
forma de “socialismo” sin lucha de clases sin necesidad de expropiar el
capitalismo”.
Chávez consciente de que tanto la
conceptualización del Socialismo del Siglo XXI antes expuesta, como lo dicho
por él mismo en el V Foro
Social Mundial del 2005, donde
explicaba que la fuente ideológica de este “nuevo socialismo” está
basada en “árbol de las tres raíces”,
era algo difícil de digerir por el
venezolano de a pie, diseña una conceptualización ideológica light. Por ello en el año 2006 expresó: "Hemos
asumido el compromiso de dirigir la Revolución Bolivariana hacia el socialismo
y contribuir a la senda del socialismo, un socialismo del siglo XXI que se basa
en la solidaridad, en la fraternidad, en el amor, en la libertad y en la
igualdad".
Apelar
a conceptos digeribles como solidaridad, fraternidad, amor,
libertad e igualdad, hace más terrenal la propuesta, aunque en el fondo sigue
siendo igual de insustancial y teórica.
La
ruda crítica de Woods parece haber sido profética ya que al igual que en la
Inglaterra del inicio de la revolución industrial, en Venezuela el Socialismo
del Siglo XXI a resultado ser un socialismo
irrealizable.
Esta la
causa por la cual el “período Dietrich” culmina en el año 2007, cuando el
alemán dejo de ser asesor gubernamental del gobierno bolivariano,
y la teoría del Socialismo del siglo XXI se estancó.
Pero
este estancamiento no decantó en el fin de la cháchara revolucionaria y un
viraje en el modelo del pastiche
ideológico. Si algo sabía el comandante, era utilizar el verbo para
construir castillos en el aire.
La estafa continúa.
En
el caso venezolano, el político de izquierda y opositor al chavismo, Teodoro
Petkoff, cree que dos rasgos del chavismo son el autoritarismo y el militarismo,
a pesar de que el chavismo se define a sí mismo defensor de un socialismo
democrático. Por su parte, el Arzobispo de Mérida, Mons. Baltazar Porras, opinó
que el socialismo del siglo XXI es indefinido ideológicamente, que busca
"distraer la atención" y "parece más bien un supermercado".
Para el Arzobispo, otras características de este socialismo son el populismo,
el autoritarismo y el militarismo.
Más
allá de lo que los políticos o el clero puedan expresar: ¿Qué siente el
ciudadano común?, esa masa amorfa y variopinta que se han empeñado en definir
con el peyorativo (para mí) remoquete de “pueblo”. El ciudadano común, ese que
no tiene a la política como su forma de vida, ese que siempre sueña con
disponer de las posibilidades de mejorar su calidad de vida (cualquiera que
esta sea); cómo percibe ese ciudadano los efectos de esta “revolución bonita”.
Ese
ciudadano sufre en su cotidianidad los efectos de la estafa. Lo que comenzó con
coartar la posibilidad de acceso a aspectos de las necesidades humanas, que
algunos de mente estrecha podrían catalogar como de carácter pequeño burgués, y
me refiero simplemente a la recreación o la ropa, ha terminado por convertirse
en la enorme dificultad de adquirir por medio propio, los rubros para la dieta
básica de alimentación, o la medicina para garantizar la subsistencia. Con casi
cuatro lustros de “acción revolucionaria” a cuestas, para el ciudadano común
resulta una tarea titánica disponer en la mesa de su hogar de una arepa con
mantequilla y queso.
Según
lo expresa el ex-ministro de obras públicas José Curiel: “en Venezuela hay un
empobrecimiento general en todos los niveles”. Esto es lo que desea demostrar
en su libro: “Del pacto de Punto Fijo al pacto de La Habana”, un trabajo de
investigación de la gestión de diversos gobiernos en distintas áreas. De ese
libro, tomamos algunos datos y los agrupamos en el siguiente cuadro
comparativo:
Otro
dato interesante, referido ahora a la vivienda, que evidencia lo que ocurre en
la actualidad se muestra en la tabla siguiente:
Desde
el alto gobierno, “los soldados de la patria”, los designados para trazar en
revolución los destinos de la nación, se han esmerado en trazar sus propios
caminos, y para hacer eso posible, han fabricado la enorme impostura detrás de
la cual se mueve toda la parafernalia de corrupción, vicios y desmesuras, que no siempre vemos pero si percibimos en
toda la magnitud de su putrefacción. Ahora más que nunca nos hace sentido la
conocida frase de William Shakespeare, en la que el fiel Marcelo de pié en la
explanada del palacio real de Elsingor,
le dice al príncipe Hamlet: "Algo huele a podrido en Dinamarca"
Mucho
tiempo ha pasado desde las elecciones nacionales efectuadas el domingo 6 de
diciembre de 1998, donde resultó ganador
Hugo Chávez Frías del MVR, con el segundo mayor porcentaje del voto popular en
cuatro décadas (56,20%). Tres millones, seiscientos setenta y tres mil
seiscientos ochenta y cinco venezolanos (3.673.685) votaron ilusionados por el
locuaz teniente coronel retirado, promotor y partícipe del golpe de Estado que
en febrero de 1992 se gestó contra el entonces presidente Carlos Andrés Pérez. De
ellos un alto porcentaje hoy en día
están desencantados del proceso, unos lo claman a viva voz, otros rumian su
descontento, pues la semilla del miedo ha sido sembrada, metódica y
sistemáticamente en su interior mediante una estrategia que no persigue otra
cosa que la perpetuación de una clase político-militar en el poder, una clase
que cree con maquiavélica convicción en la acepción revolucionaria de la frase
atribuida a Alcuino: vox populi, vox Dei,
es decir: La voz del pueblo es la voz de Dios, siempre y cuando esa voz diga lo
que yo quiero escuchar.
Evidencias
de la anterior afirmación sobran, solo por citar algunos casos podemos señalar:
1. El
referéndum constitucional de Venezuela de 2007, una propuesta hecha
inicialmente por el presidente Hugo Chávez y luego ampliada por la Asamblea
Nacional de Venezuela con el objeto de modificar 69 artículos de la Constitución
de 1999, entre los cuales estaba el de conformar a Venezuela como Estado
socialista. Esta propuesta perdió el referéndum. Recordadas son sus
declaraciones luego de conocer los resultados: “Una recomendación (a la
oposición): sepan administrar su victoria de mierda…” Para nada tomo en cuenta la expresión de la
mayoría de los ciudadanos quienes claramente manifestaron que no deseaban que
Venezuela se constituyera en un estado socialista. Acto seguido solicitó una
ley habilitante a la asamblea nacional, ley que le permitió con el correr del
tiempo ir aprobando según su voluntad los decretos que la “voz del pueblo” le
había negado, incluso lo relativo a la reelección indefinida, para los cargos
de presidente, gobernadores, alcaldes, diputados y cualquier otro cargo en la
cual la ciudadanía tiene derecho a elegir. Esto último se materializó mediante
referendo de enmienda constitucional realizado en el año 2009.
2. Elecciones
regionales del año 2008. La oposición gana sólo seis áreas, las gobernaciones
de: Carabobo, Miranda, Nueva Esparta, Táchira, Zulia y en la Alcaldía
Metropolitana. El gobierno, desconociendo los resultados, designa a dedo a los
llamados “Protectores”. El caso más emblemático es quizás el de la Alcaldía
Metropolitana, donde se creó algo que se llama “Autoridad Única del Distrito
Capital”, una instancia creada por
decreto del gobierno del presidente Hugo Chávez, la cual asumió competencias
que le fueron quitadas al Alcalde electo por voto popular (Antonio Ledezma) en
el marco de una reforma de dudosa legalidad.
En líneas generales puede decirse que en
Venezuela, “la salsa que es buena para el pavo, no lo es para la pava”. Para
una misma situación, y dependiendo de lo que según el momento político pueda a
beneficiar o perjudicar al gobierno, los resultados serán de una forma u otra.
Basta ver la celeridad en que todos los organismos que conforman el estado se
articularon de manera diligente para hacer posible el Referendo para aprobar la
reforma constitucional del 2009. Chávez en diciembre del 2008 hace la
propuesta, el 18 de diciembre lo aprueba la Asamblea Nacional y el 15 de
febrero de 2009 se hace la consulta, todo en menos de dos meses, con todo y que
el mismo Chávez agregó por cuenta propia un nuevo grupo de artículos a ser
modificados el 5 de enero del 2009 (a menos de un mes de la consulta), sin que
esto contara con la aprobación formal de la Asamblea, ni el más mínimo reproche
por parte del Consejo Nacional Electoral (CNE). ¿Qué maravilla verdad? En
cambio cuando la oposición trata de hacer cumplir lo estipulado en los
artículos 72 y 233 de esa misma Constitución en relación a la realización de un
Referendo Revocatorio, la diligencia y articulación existe sólo para buscarle
las cuatro patas al gato y colocar trabas para impedir que se realice la
consulta y el soberano se exprese.
El militarismo salvaje
El
fundamento ideológico del gobierno es la
mentira y por ello han hecho esfuerzos para lograr una hegemonía
comunicacional, pues tiene muy claro lo que ya advirtía Gabriel García Márquez al formar parte de la comisión McBride en 1980: "...la información fluye de los fuertes a los débiles y es un medio crucial de dominación de los pobres por parte de los ricos", y está claro quienes son los ricos en la Venezuela actual. El gobierno tiene el control de todos los medios de comunicación,
unos de manera directa al ser su propietario, otros mediante la presión
económica, la censura y sus respectivas sanciones y otros mediante la
utilización de “testaferros comunicacionales”, pues desde el mismo gobierno se
ha apadrinado su adquisición por personas que tienen vínculos y compromisos con
sus tutores. Si en cualquier actividad
esa praxis es nociva porque restringe la libertad a los que son sometidos a
ella, en el caso particular de la hegemonía comunicacional es aún más grave
porque tiene un carácter totalitario. De esa manera el gobierno controla lo que
se dice y por sobre todo lo que no se dice, sometiendo a la población a una
ideología particular y a una sola visión del mundo restringiendo cualquier
manifestación libre del pensamiento que contraríe la verdad oficial hegemónica.
Aún cuando ya no necesita “encadenar” todos los medios radio-eléctricos, para
transmitir lo que quiere, cuando quiere, lo sigue haciendo, en una demostración
de soberbia e irrespeto sin límites.
Lo
señalado para los medios radioeléctrico aplica también para los medios de
comunicación impresos, estos aun cuando de menor penetración, tampoco escapan a
la voracidad hegemónica del gobierno. Son harto conocidas las dificultades que
padecen los medios que no se pliegan a la ideología oficial. Sufren de asedio
continuo, se ven privados de divisas para sus operaciones normales y por ende
marginados en su posibilidad de adquirir
la materia prima básica para su funcionamiento. Misma materia prima que se
obsequia a aquellos medios oficiales que difunden sólo los logros del gobierno,
que además se distribuyen de manera gratuita, en una demostración clara de lo
que significa la libre competencia.
Hoy en
día el gobierno revolucionario cuenta con el Sistema Nacional de Medios Públicos
(SNMP), creado en el 2008 como parte de los lineamientos del Plan Socialista de
la Nación (2007-2013). El aparato informativo cuenta con el Sistema Bolivariano
de Comunicación e Información (SIBCI), antiguo SNMP, y que tiene como objetivo
el direccionamiento de los medios públicos o vinculados al gobierno. Está
integrado por 5 televisoras nacionales, más de una centena de pequeñas
televisoras de difusión local o llamadas comunitarias, más de 220 emisoras de
radio comunitarias, una agencia de noticias (AVN) y decenas de periódicos “pro
gobierno”, de los cuales destacan Correo del Orinoco y Ciudad Caracas. Incluye
además los medios internacionales Telesur y la Radio del Sur. Todos con la
“tarea patriótica” de difundir la ideología del gobierno y construir la
impostura que lo soporta.
Una
de las mentiras de mayor envergadura que debe ser soportada por la maquinaria
que ejerce el control informativo del gobierno, reside en vuestra misma
denominación como país; se nos conoce como: “República Bolivariana de Venezuela”,
pero en esencia ni somos República, ni somos Bolivarianos.
Entre
los principios fundamentales para el funcionamiento de la república están: la
máxima autoridad cumple funciones por un tiempo determinado y es elegida por
los ciudadanos, la división de poderes, la concreción de la justicia y la
búsqueda del bien común. Esta escueta definición se explica por sí sola, en un
país donde la máxima autoridad puede eternizarse en el poder según la reforma
constitucional del año 2009, donde no existe la división de poderes pues todos
están subordinados a la máxima autoridad; para muestra un botón: me resulta
imposible borrar de la mente la dantesca escena protagonizada en el Tribunal
Supremo de Justicia el 26 de enero del 2006, cuando en sala plena los encargados
de administrar la justicia en la “república” gritaron en coro: “UA Chávez no se
va…” ¿Qué te puedo decir?. Ni se diga de lo que puede entender esta gente,
sobre lo que es la “búsqueda del bien común”; como lo vinculan con las horas de
cola en los centros de abastecimiento para comprar un jabón, un rollo de papel toilette o cualquier otra de esas cosas
que exige el gusto pequeño burgués de los ciudadanos. Cómo se relaciona la
mentada búsqueda del bien común, con la humillación de esperar las dádivas del
gobierno con la asignación de las “bolsas del CLAP”, donde recibirás sólo si te
portaste bien, por cortesía de la revolución, lo que a ellos decidan, nunca lo
que tu deseas…
En
lo que respecta a lo de Bolivariano, no se es Bolivariano por rendir un culto
desmedido e irracional a la memoria del padre de la patria. Ganarse la
condición de Bolivariano, está más relacionado con la práctica de los valores
que fundamentan el pensamiento del padre de la patria y su praxis libertaria.
Basta
leer algunos de los pensamientos de Simón Bolívar para tener una idea clara de
lo que pensaba en relación a la perpetuación de alguien en el poder: "Es
una manía miserable el querer mandar a todo trance", o de la intromisión
de la cúpula militar en el gobierno: “El sistema militar es el de la fuerza, y
la fuerza no es gobierno", o "Es insoportable el espíritu militar en
el mando civil". Sin embargo esta manera de pensar y actuar dentro
del ideal del libertador se esconde de
cara a la ciudadanía, puesto que la actitud del gobierno que se auto-nombra
como Bolivariano, es totalmente opuesta a lo que allí se indica.
La
vinculación del gobierno con la cúpula militar es más que evidente, de hecho y
sin temor a pecar de exagerados podemos indicar que estamos viviendo una crisis
donde una elevada cuota-parte de responsabilidad la tiene el “Militarismo
salvaje” que invade el ejercicio del mando civil.
En cifras esto se traduce en que entre
militares activos o retirados controlan 32,1% de los 28 ministerios que tiene
el gabinete. Manejan algunas de las carteras de mayor relevancia como
Relaciones Interiores, Justicia y Paz, Economía, Finanzas y Banca Pública,
Industria y Comercio y por supuesto
Defensa.
La economía se encuentra en manos
militares, por lo que no resulta descabellado pensar que algo tienen que ver
con la aguda crisis por la que estamos atravesando. Oficiales están al mando de
6 de los 11 ministerios de esa área. Asimismo, manejan la mitad de los
despachos del área política.
“Los militares terminan con más poder
aunque no sean mayoría con respecto al total del gabinete. Esto ocurre porque
ocupan los cargos de mayor impacto, por lo que tienen más preponderancia en
términos cualitativos”, advierte el historiador Luis Alberto Buttó,
especializado en relaciones civiles y militares y profesor de la Universidad
Simón Bolívar.
En otros ámbitos del poder, el capitán retirado Diosdado Cabello fue
nombrado primer Vice-presidente del PSUV en reemplazo de Cilia Flores, una
civil. Además, el presidente cambió la dirección nacional de la organización
para introducir más figuras provenientes de los cuarteles y, para las
elecciones regionales de 2012, seleccionó como candidatos a gobernadores a 12
militares y a 11 civiles, primera y única vez que la tolda ha postulado a más
oficiales en unos comicios
.
El
resto de las instituciones del estado también se ha plagado del ineficiente
componente militar; investigaciones del sociólogo Eduardo Guzmán Pérez,
especialista en historia de la Fuerza Armada y con estudios de Estado Mayor, refiere que hasta 2013 cerca de 1.614
militares de varios rangos desempeñaron cargos en la administración pública,
situación que se ha acentuado hasta nuestros días.
Capítulo
aparte merece la gestión del Mayor General Luis Motta Domínguez, quien desde
agosto del 2015 es además de Ministro para el Poder Popular para la Energía
Eléctrica, el Presidente de la Corporación Eléctrica Nacional (CORPOELEC). Se
trata de un caso especial, y que será tratado en detalle en un próximo
artículo, pues resulta increíble como en tan corto período un ser humano sea
capaz de causar tanta destrucción en un sector tan importante para el
desarrollo de la nación, como lo es el sector eléctrico.
Las
cifras echan por tierra la leyenda urbana sobre los militares y su eficiencia
para manejar los problemas de la nación y sustentan el pensamiento de nuestro
libertador cuando expresa: “Un militar no tiene virtualmente que meterse sino
en el ministerio de sus armas", sobre todo la clase de militares que han
sido colocados a dedo en cargos de importancia estratégica para economía de la
nación, tomando en cuenta sólo su fidelidad con la línea ideológica del
gobierno (lo cual está todavía por comprobarse), sin tomar en cuenta que estos
cargos “requieren un nivel de profesionalización y experticia que poco tienen
que ver con la disciplina heredada de la formación militar” según señala Nicmer
Evans.
Esta
falta de profesionalización no ocurre sólo con el componente pretoriano del
gobierno, los civiles que lo integran, y por ser elegidos atendiendo a los
mismos principios de filiación ideológica, tampoco calzan los niveles de
capacitación que les permitirían ejercer sus funciones con la eficiencia que
demanda un país como el nuestro.
Por
último tampoco se ha conseguido con el incremento de la clase militar en el
gobierno, alcanzar los niveles de pulcritud deseados en el manejo de las arcas
de la nación, tantos y tan evidentes son los casos de corrupción que hasta la
muy complaciente Fiscalía General de la República emitió una orden de captura
contra el general Hebert García Plaza, quien fue ministro de Alimentación y de
Transporte Acuático y Aéreo; la participación de militares en casos de
corrupción con divisas vinculados con la extinta Comisión de Administración de
Divisas (CADIVI), es cosa harto conocida; también podemos señalar tristemente
célebre “Cártel de los Soles”, una organización venezolana conformada por
miembros del alto mando militar de las Fuerzas Armadas quiénes están implicados
en el tráfico internacional de droga .
La
guinda de la torta es el caso de los “Narco-Sobrinos”, cuyo juicio actualmente en
curso en tribunales norteamericanos, comienza a revelar la enorme podredumbre
con que se mueven los hilos del poder en el gobierno revolucionario.
La desesperanza
El
rotundo fracaso de un modelo económico que no ha hecho otra cosa que
empobrecernos, sumado al tozudo empeño de la clase dominante en bloquear todos
los caminos democráticos para propiciar el cambio que una mayoría abrumadora de
la población añora, así lo evidencian los sondeos de opinión realizados, han
generado en el alma de los ciudadanos una desesperanza que nunca antes había
existido.
“En
noviembre de 2015, durante un partido entre los seleccionados de Venezuela y
Ecuador, por las eliminatorias para el mundial de Rusia de 2018, se escuchó a
la multitud presente en el estadio Cachamay de Puerto Ordaz, gritar "Y va
a caer, y va a caer, este gobierno va a caer" (haciendo referencia al
rechazo hacia el gobierno de Nicolás Maduro, en la previa por las elecciones
del 6 de diciembre). El improvisado cántico, que cada vez se hizo más intenso,
fue tapado por la música del estadio, durante el final del partido.”
Estos
párrafos reflejan lo que ocurre cada vez con más intensidad cuando un grupo de
venezolanos se reúne. Los cánticos de rechazo al régimen son a viva voz, o son
silentes a lo interno de todos los que nos sentimos agredidos, vejados y
abusados por la revolución. ¿Cuál son las causas por las cuales esas
sensaciones ampliamente compartidas por una mayoría abrumadora de la población,
no se transforman en una acción concreta de cambio?
No
existe una sola razón para que esto ocurra, pero definitivamente la que ocupa
la cuotaparte de mayor peso de este ramillete de razones, tiene que ser la
acción coordinada del gobierno para que esa acción de cambio no ocurra. La
cúpula que conforma el alto gobierno en su afán nada Bolivariano de perpetuarse
en el poder, contradiciendo lo que el libertador manifiesta al decir: “Nada es
tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo a un mismo ciudadano en el
poder. El pueblo se acostumbra a obedecerle y él se acostumbra a mandarlo; de
donde se origina la usurpación y la tiranía.”, ha empleado sistemáticamente, y
por diversos medios, la táctica de generar una alta dependencia del ciudadano
hacia el régimen. Han demostrado una altísima aptitud para ejecutar un
maquiavélico plan destinado a generar en la psiquis del colectivo, la
certeza de la incapacidad propia para
logar el escalamiento social. Está minusvalía genera la necesidad de que sea el
gobierno quien posibilita ese escalamiento mediante sus políticas sociales. Es
el gobierno entonces quien hace posible que el ciudadano tenga acceso a la
salud, a la alimentación, a la educación, a la vivienda y en general a todos
los bienes que le permitan mejorar su calidad de vida. De esta forma crea en el
inconsciente colectivo del “pueblo” la imposibilidad de la superación personal,
y su automática dependencia para poder subsistir; mientras en paralelo
construye la quimera de recibir en algún momento el “premio gordo”, si se porta
bien. Ese premio gordo, puede darse por intermedio de: La Gran Misión Vivienda
Venezuela, Misión Barrio Adentro, Misión Mercal, Misión Ribas, Misión Milagro,
y pare usted de contar en esa inmensa fábrica de esperanzas que para la mayoría
nunca se transformará en una realidad concreta, pero que para todos mantiene
viva la llama de la posibilidad de solucionar sus problemas sin esfuerzo propio,
gracias a la bondad de ese ente mesiánico al cual debo retribuirle con mi
sumisión.
En
los laboratorios del gobierno se ejecuta con maligna meticulosidad el plan que
persigue la clara intención de acentuar la diferencia entre “dar un pez o
enseñar a pescar”; expresado a viva voz por uno de sus más notorios voceros, él
para entonces ministro para la Educación
Héctor Rodríguez, quién sin ningún empacho manifestó en alocución realizada el
25 de febrero de 2014, en el marco de una campaña contra la pobreza: “No se
debe sacar a los más necesitados de la pobreza ya que, podría generar que estos
intentaran convertirse en "escuálidos"”. ¿Hay que aclarar algo más?
El
gobierno “revolucionario”, por intermedio de su brazo armado: el militarismo
salvaje, persigue la inacción ciudadana, pues desde la minusvalía establece la
convicción de la incapacidad individual, creando terreno fértil para inocular
el virus de la desesperanza; su expresión más llana es ese estado de
resignación que nos lleva a decir: “…hay que calárselo, porque eso es lo que
hay”
¿Cuál es la salida?
Para
salir de esta situación primero que nada hay que tomar consciencia de que no existen
recetas mágicas; la solución no está en la acción de otro, la solución está en
la participación individual que concrete lo que llamaba, hace ya más de cien
años, Pierre Teilhard de Chardin: “La Gran Conspiración”.
Una conspiración en positivo que en este contexto significa “Respirar todos
juntos”, buscar desde la participación individual crear un conjunto de acciones
grupales que venzan la desesperanza, y creen las condiciones del cambio.
Venza
el miedo, documéntese, no se quede callado. En todos los espacios que usted se desempeñe,
detecte el virus de la desesperanza y luche contra él, exponga argumentos contundentes,
active a esa o esas personas y haga que se conviertan en parte de esta “Gran
Conspiración”. No tiene idea de lo poderosa que es su participación, ponga en práctica el lema de la revista colombiana "Alternativa" que circuló entre las decadas del 70 y 80 del siglo pasado: " Atreverse a pensar es empezar a luchar"
No espere
que sea María Corina, Henry Ramos o Enrique Capriles quienes hagan lo que a usted
le toca hacer, recuerde que la implantación de una tiranía se debe a nuestra inacción.
No se quede en la queja, participe.